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Temas de ciencia y técnica
La savia del árbol de nuestra civilización

Por ELIANA DE DELGADO (*)

Cuando se examina una hoja fuerte, vigorosa, generalmente se la mira por su parte expuesta a la vista, la parte de arriba, que es donde se aprecia todo el vigor de la planta, y toda la delicadeza de su diseño.
La parte de atrás poco se observa, pero en el caso de hacerlo, se descubren las nervaduras que sostienen a la hoja y que son los conductos por donde circula la generosa savia que mantiene la lozanía y frescura del follaje de cualquier árbol.
Haciendo un parangón con la superficie de la provincia de Neuquén, por ejemplo, si se pudiera observar el subsuelo se vería la red de nervaduras que sostienen la vitalidad de la provincia y de gran parte del país. Estamos hablando de gasoductos y oleoductos que partiendo de los ricos yacimientos de la cuenca neuquina, atraviesan el país y la cordillera de los Andes para llevar energía a los centros de consumo.
Construir estos enormes ductos de transporte y evacuación de hidrocarburos producidos no es fácil. Aparte de las consideraciones técnicas propias de la construcción de un oleoducto o gasoducto, en cuanto a longitud, diámetro, presiones que soportará, la traza por la que deberá ser tendido, resistencia al desgaste natural, etc., quedan dos importantes cuestiones que resolver. Primero: qué fluido, en qué cantidad y por cuánto tiempo se transportará, y la segunda cuestión, importante, delicada, problemática, es la siguiente: cómo construir un ducto sin alterar el medio ambiente, sin tocar el ecosistema, sin interferir con la vida de antepasados de pueblos, cuyos hitos, cementerios y lugares sagrados ni siquiera están señalizados o identificados, aun en la memoria de nuestras gentes.
En otras palabras: cómo hacer una tortilla sin romper la cáscara de los huevos.
En el fondo se trata de varios factores que, juntos, se potencian para impedir el crecimiento. Un poco de ignorancia generalizada sobre el tema, un poco de querer estar bien con todo el mundo, lo cual es una utopía, un poco de comodidad en lo que a cada uno le toca: todos queremos vivir en esta época, con los adelantos y las comodidades de esta época, de acuerdo a los beneficios de esta época, desde la cual no hay forma de volver atrás. Pero no nos sentamos a pensar, discutir sanamente acerca del precio que se paga por los adelantos de que gozamos. Nadie quiere ceder ni un centímetro en lo que se ha conseguido con los avances de la ciencia y de la tecnología, pero….
Nuestra civilización ha sido construida sobre la base de la energía, la cual viene mayormente de los hidrocarburos, y de productos sintéticos, es decir, realizados con materiales producidos por el hombre, los cuales provienen en su inmensa mayoría, de los hidrocarburos. No hablamos solamente de combustibles para mover medios de transporte o para producir energía eléctrica. Estamos hablando de productos obtenidos por las transformaciones de los hidrocarburos realizados en las petroquímicas, a partir de las cuales se obtienen materias primas para producir todo tipo de plásticos, farmacéuticos, fertilizantes, toda clase de productos sintéticos, materia prima para textiles, calzados, recubrimientos, materiales de construcción, insumos diversos para industrias, etcétera, etcétera.
Como estamos en un punto de no retorno, las medidas a tomar para preservar en lo posible nuestro futuro deberían ser, entre otras, una sana concientización de nuestra población, en cuanto productora del recurso que sirve a nosotros y a los demás, y una mejor aún concientización de los usuarios de estos recursos en cuanto a una mejor administración de la energía, que no pasa por restricciones en el consumo, sino una administración eficiente no sólo de la energía en sí (calefacción, iluminación, energía motriz) sino todas las otras facetas de la vida en las cuales se consume y se derrocha abundancia de energía sin que lo percibamos (ineficiencia de los recorridos de los sistemas de transporte, producción excesiva de basura no aprovechada en segunda instancia, ineficiencia de la distribución de horarios de trabajo en las grandes urbes, sólo para mencionar algunos ítems).
Este camino a recorrer debemos hacerlo entre todos, porque la cuestión energética nos concierne a todos. El árbol de nuestra civilización talvez no sea perenne, y cuando la savia comience a disminuir, o deje de circular, sus efectos serán sentidos por todos nosotros, ¿no les parece?

(*) Doctora en Ingeniería de Petróleos, especialidad Reservorios y Gestión. Miembro del Dto. de Geología y Petróleo de la UNC.

 

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