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Por ALFREDO ENRIQUE |
Según unas cifras divulgadas la semana pasada por un grupo
de investigadores de la Universidad Nacional del Comahue, el 65
por ciento de los jóvenes argentinos no llega a cursar una
carrera de grado, sea por que los ingresos económicos de
sus hogares se lo impiden, o porque tienen que trabajar para subsistir.
Sin embargo, entre los que sí consiguen matricularse en una
universidad pública, por lo menos el 90 por ciento, abandona
antes de llegar al tercer año de la carrera. Esos mismos
indicadores se observan en la UNC.
Los motivos se están estudiando, pero valoraciones preliminares
refieren que la mayoría de ellos viene con una deficiente
preparación de la secundaria, amén de las razones
vinculadas a la crisis económica y social que los absorbe.
Es decir, el porcentaje de graduados que anualmente recibe su título
en las unidades académicas de la UNC no supera el 10 por
ciento.
La Universidad acaba de acordar con el ministerio de Educación
de Neuquén una serie de políticas para morigerar el
fracaso académico. Buscar una mayor articulación entre
uno y otro nivel de enseñanza parecería ser una salida
razonable para hacer frente al problema. Pero nada, o poco en todo
caso, pueden hacer sus autoridades para disponer mayores recursos
presupuestarios que debería inyectar el gobierno nacional,
no solamente para las becas de ayuda económica, sino también
para que el ingreso y la cantidad de nuevos profesionales no termine
convirtiéndose en una misión imposible en la universidad
pública argentina.
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