Hace 52 años que María
Castaño y Juan Mario Raone se casaron en la iglesia de Nuestra
Señora de los Dolores, en el centro mismo de la ciudad.
El joven oficial del Ejército, nacido en Carmen de Patagones,
llegó a Neuquén para cumplir su destino militar. Se
conocieron por sus actividades en la Acción Católica,
en la iglesia donde dieron el «sí». Viven en
la misma casa desde el año 1959, y recuerdan que cuando ellos
se mudaron a la calle Buenos Aires en ese lugar no había
nada, sólo arena y pastos duros.
«Fue el 19 de febrero de 1959, era la última casa y
nos decían que era una mala ocurrencia vivir a pocos metros
del cementerio -comenta risueña la inquieta María-.
Yo nací en la calle San Martín 359; mi padre, que
era español, llegó a la ciudad en 1924 y se jubiló
de ferroviario. María hizo los estudios primarios en la famosa
Escuela 2 y concurrió a la Escuela Industrial y profesional
de mujeres que se llamaba Escuela Técnica de Oficios Neuquén,
cuyo banderín tiene como símbolo un yunque y la sigla
ETON. «Estaba ubicada en la calle Láinez 250, donde
antes funcionaba una comisaría y ahora creo que hay un negocio
-sintetiza María con una sonrisa en los labios-.
«Yo jugaba básquet en el equipo femenino de la Escuela.
Participé activamente en todos los encuentros que se realizaban
en todo el país. A veces ganábamos, a veces no. Pero
el deporte fue siempre una de mis grandes pasiones. Otra pasión
es el arte y la otra -muy grande- es la historia, en la que comparto
con mi esposo desde hace muchos años el interés por
descubrir las verdades de nuestra tierra neuquina».
Los hijos María del Carmen, Claudia y Omar viven en Neuquén,
y Graciela Letizia en La Plata. Los nietos presentes y los que están
lejos son otra de las grandes pasiones de los Castaño-Raone.
«Hay un dicho que tenemos que tener siempre en cuenta y que
ha sido una de mis guías -confiesa don Juan-. Preste atención:
«Pon la proa al bien que Dios se encargará de hinchar
las velas». Con qué pocas palabras se sintetiza el
objetivo del hombre común. Ir hacia el bien; Dios siempre
provee». Auténticos coleccionistas, María y
Juan Mario están muy orgullosos del patrimonio cultural que
atesoran para las futuras generaciones. De hecho, han registrado
la Fundación Castaño-Raone con el fin, entre otros,
de que no se pierdan los elementos históricos que el matrimonio,
con tanto amor, ha recopilado a lo largo de medio siglo de trabajo.
«Le voy a mostrar una curiosidad -enfatiza María- «Hace
unos años un ingeniero italiano, Gianfranco Ornago, visitó
nuestro «museo» y quedó encantado con todo lo
que le mostramos. Cuando regresa a Italia decide enviarnos una carta,
pero no tenía nuestra dirección -y María muestra
el sobre, al que decidió enmarcar-. Fíjese, escribió:
Juan M. Raone y señora, de la Avenida Argentina, siguiendo
una cuadra por la diagonal, y dos cuadras para arriba, Neuquén,
República Argentina. Con la descripción del recorrido
como dirección la carta llegó, es increíble».
Juan y María, en un mapa gigante de la provincia, tienen
registradas 260 visitas a yacimientos arqueológicos, algunos
ubicados en tierras fiscales, otros en propiedades privadas. De
esos estudios han obtenido elementos con más de siete mil
años de antigüedad, como por ejemplo la denominada punta
de flecha «cola de pescado» que utilizaban los primitivos
habitantes de la región para cazar a especies extinguidas.
La mayoría de las flechas que hay en el territorio no son
de mapuches, porque ellos llegaron con lanzas y de a caballo. La
mayoría de las que encontramos son de tehuelches, puelches,
poyas y pehuenches. Son ya quince años que el matrimonio
recorre la provincia buscando agrupaciones indígenas. Una
de las muletillas del matrimonio es «Neuquén fue mar
y bosque» y de su colección de piedras exhiben una
de vidrio volcánico llamada «ubsidiana». A 62
km. de Neuquén, a la altura del Chocón, hay un bosque
petrificado con una antigüedad de 65 a 95 millones de años,
y -según afirman- la región fue fondo de mar hace
poco más de 100 millones de años.
Amantes de la espeleología y del campamentismo, recorrieron
las cuevas del León y de Cuchillo Curá, ubicadas saliendo
de Zapala hacia Las Lajas, a unos 40 km.
«Casi de casualidad, mientras buscábamos un yacimiento,
estuvimos removiendo la tierra en un lugar muy poco frecuentado
y encontramos una hoja de cuchillo de plata sin mango con una leyenda
grabada que dice: 1832, Juan de Dios Pinochet, y con un escudo calado
con tres pinos. En idioma vasco francés Pinochet quiere decir
tres pinos. Luego lo hicimos examinar y ese cuchillo estuvo bajo
la tierra más de 100 años».
¿Te acordás?
Por los años ’30, cuando el pueblo tenía algo
más de cinco mil habitantes, había una tranquera que
la poderosa compañía inglesa abría y cerraba
a su antojo, y dividía en dos la ciudad. Para esos años,
era intendente Amaranto Suárez, quien, cansado de hacer inútiles
gestiones, la eliminó enganchándola con un tractor.
Junto con la fundación llegan los primeros reclusos a la
comisaría local. En 1911 se construye la cárcel local
Unidad 9 y en el año 1918 masivamente los presos se escapan
conmoviendo a la pequeña localidad. En la huida hieren, entre
otros, al hijo de Eduardo Talero y muere el señor Plottier.
El comisario Staub es quien arrincona a los dieciséis evadidos
en el paraje Zainuco y, en un confuso episodio, fusilan a ocho de
los evadidos.
Don Abel Chaneton, fundador del «Diario Neuquén»,
a través de sus páginas denuncia una serie de hechos
que comprometían seriamente al gobierno. El gobernador Elordi
no se queda en el molde y entre ambos se produce un caliente cambio
de opiniones. Finalmente, en el bar «La Alegría»,
el periodista cae asesinado. Fue quizás el primer mártir
patagónico que reafirmó con su sangre la defensa de
los derechos humanos.
Fuente: Archivo Histórico Municipal. Fotos: Sistema de Archivos
de la Provincia del Neuquén.
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