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DECISION EN RIO NEGRO
Escrutinio y muchos nervios
VIEDMA.- Desde que cerraron los comicios fue una guerra de nervios. Una espera insoportable para conocer los resultados y el ganador de las elecciones. Oficialmente, el centro de cómputos daba un empate virtual cerca de la medianoche, mientras los radicales festejaban desde temprano. Con el correr de los minutos, Saiz repuntaba de a poco y comenzaba a alejarse de Carlos Soria.
En el búnquer del PJ no había demasiado optimismo porque eran concientes de que en ese conteo de votos faltaban cargar los de Bariloche, localidad donde no les fue para nada bien.
«Si supieramos con exactitud cómo es el mapeo tendríamos alguna chance, pero sabemos que faltan cargar los datos de Bariloche», se lamentaba anoche un dirigente justicialista. «Hicimos lo que pudimos, pero no creo que lleguemos».
Los medios de comunicación de la región se hicieron eco rápidamente de la victoria del oficialismo, teniendo en cuenta la euforia que reinaba en las filas radicales desde horas tempranas y hasta las declaraciones contundentes del gobernador Pablo Verani, que daba por descartado un triunfo en estos comicios.
Pero fue una elección apasionante, histórica, de aquellas que no se olvidan fácilmente.

Momento de la incertidumbre

No es la primera vez que se presentó una elección muy reñida, palo a palo, casi sin respiro. Muy poca diferencia entre el radicalismo y el peronismo. Casi como para mantener la incertidumbre aun después de los resultados. Incertidumbre sobre el destino de una provincia en estado grave en lo que hace a su economía. Y que ahora deberá enfrentar una coyuntura política sin un partido claramente ganador, con la obligación de consensuar políticas, de acordar, de seguir negociando.
Si, como entienden algunos, el presidente Kirchner apostó más a Rosso que a Soria, la jugada no salió bien. Rosso fue el cuarto cómodo. Quedó bastante abajo del cipoleño Arriaga. Rosso fue de alguna manera el más perdedor de los perdedores.
Si se entiende, por el contrario, que Soria igualmente tuvo el respaldo presidencial, se tiene un panorama mucho más consolador para las aspiraciones de construcción política del actual Presidente. El peronismo rionegrino, igualmente, demostró que sigue batiéndose a duelo con sus propias contradicciones.
El radicalismo enfrentó la coyuntura con los dientes apretados, y ahora le toca una enorme responsabilidad. Intentar cambiar a partir de la laboriosa ingeniería que desplegó su principal estratega, Pablo Verani. Seguir negociando. Seguir intentando rearmar una provincia desarticulada y aquejada por una deuda pública enorme, asfixiante, equivalente a dos presupuestos completos.
Julio Arriaga consiguió una buena elección, si se tiene en cuenta aquella apuesta que hizo cuando prefirió ir sólo, sin otros partidos aliados, en especial sin el radicalismo que lo había tentado con una candidatura con condicionamientos.
«Prefiero que vayamos solos, que ganemos diputados, que sentemos la base para ir creciendo», había dicho Arriaga en ese momento. Ese objetivo está cumplido. Habrá que ver cómo se enfrenta el futuro desde este sector que se ha consolidado como tercera fuerza política de la provincia.
El panorama, es claro, es de incertidumbre. Un nuevo mapa político se abre en Río Negro. Con las dos fuerzas tradicionales mayoritarias parejas y peleando la permanencia sempiterna en el podio. Con una tercera fuerza ahora que intentará desbalancear y que jugará el rol de árbitro en muchas decisiones.

 

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