NEUQUEN.- Todos parecen
coincidir en que hay que regular el funcionamiento de los cybercafé
de alguna manera aunque el proyecto no parece ser tan sencillo como
aparenta, según reconoció la concejal del MPN, María
Angélica Carnaghi.
En los últimos tiempos, el boom de este tipo de locales excedió
el límite de lo imaginado y generó un vacío
legal que hace imposible poder controlarlos. Con esto en mente,
el bloque del Movimiento Popular Neuquino presentó en el
Concejo Deliberante local un proyecto el pasado año con el
objetivo de buscarle un marco legal al problema. Sin embargo, aún
el tema continúa siendo un dilema sin resolver.
«Es una actividad que no está regulada. Se inscriben
como bares o como locutorios, pero no está especificado que
ese comercio funciona como cybercafé», reconoce María
Angélica Carnaghi, concejal del MPN. El boom de estos locales
se produce con los llamados juegos en red, donde día a día
se concentran decenas de fanáticos. Además, convive
junto con la balacera de tiros virtuales el uso de Internet.
Uno de los planteos que se agregaría al proyecto ya presentado
en el Concejos es el control de la adquisición de las computadoras
para la actividad. «Quisiera que se agregue la pregunta por
la compra de las máquinas. El negocio que se genera en torno
a los juegos en red puede generar un mercado paralelo y no queremos
que eso llegue a suceder», agrega Carnaghi.
Pero el dilema excede lo legal. Este es el punto. Es que más
allá de encontrarle una salida en ese aspecto, la cuestión
sigue siendo encontrar la manera de controlar esta actividad. «El
año pasado hicimos una consulta a la Universidad Nacional
del Comahue para saber si realmente son efectivos los filtros. Se
ha comprobado que en otros países se utiliza, tanto para
las páginas pornográficas como para bloquear el acceso
a diferentes juegos», indica Carnaghi sobre uno de los aspectos
del problema.
¿A qué se le permitirá tener acceso a un menor
de 18 años? ¿Hay que imponer un límite horario
para los menores? ¿A qué juegos se les negará
el acceso? son algunas de las preguntas que denotan que el panorama
no es tan claro como se cree. Es que detrás de la intención
de regular los cybercafé, se plantea un debate filosófico.
Precisamente el que se está evadiendo.
Tan sólo en esta ciudad hay alrededor de 60 cybercafé.
De todo tipo. Inclusive hay barrios en que un garaje es la antesala
de un mundo de juegos virtuales que atrae cantidades de jóvenes.
Y no tan jóvenes.
Pero el hipotético problema -que excede el marco legal- se
diversifica a niveles impensados. El control es tremendamente limitado.
Por ejemplo, con tan sólo dos máquinas -con placas
de red instaladas- ya se tiene acceso al mundo de los juegos. Sin
horarios, sin control y lejos de los cybercafé. Inclusive
en esta ciudad, grupos de fanáticos se reúnen -cada
uno con su computadora- para compartir horas de acción virtual.
En definitiva, una serie interminable de dilemas se plantea en torno
a la cuestión de los cybercafé. Y, pese a los intentos
de algunas voces, no es tan simple como aparenta. Hay que procurar
un debate serio, y no que gira en torno a cuestiones meramente superficiales.
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