|
Por JOSE LUIS PACHECO |
A fuerza de casos resonantes que repercutieron en
la opinión pública, la problemática de la inseguridad
se terminó instalando como el principal tema de debate en
la capital neuquina. Quizá por obra y gracia del periodo
electoral, la discusión traspasó rápidamente
el ámbito policial y se trasladó de lleno al campo
político, donde los distintos niveles gubernamentales se
han preocupado por emitir señales con las que quieren dejar
en claro su preocupación por una situación que en
realidad ya era evidente desde hace tiempo. Sólo había
que detenerse a mirarla.
Hace exactamente un año, la inseguridad también se
ubicó como uno de los ejes de la información a partir
de violentos hechos ocurridos en los locales bailables. En aquel
entonces, la movilización alcanzó a nueve municipios
del Alto Valle que acordaron sancionar ordenanzas comunes relacionadas
con las medidas de seguridad que debían adoptar los boliches.
El entusiasmo no duró mucho y sólo algunos terminaron
cumpliendo lo pactado. Y en aquellas ciudades donde se sancionó
la legislación -como Neuquén capital-, llevarla al
terreno de la práctica fue un verdadero parto y lo sigue
siendo.
Este y otros antecedentes ponen un manto de duda sobre la efectividad
de las grandes convocatorias intersectoriales. El riesgo es que
todo quede en buenas intenciones que una vez que el tema desaparece
de los medios -pero no de la vida cotidiana de los ciudadanos- terminan
desvaneciéndose. Los impulsores de estas reuniones juran
que esta vez no será así. Para demostrarlo, ya ha
proliferado una batería de propuestas que, aunque abarcan
distintos ámbitos, persiguen el mismo objetivo: prevenir
que ocurran hechos delictivos. Desde aumentar las exigencias para
vender bebidas alcohólicas, hasta la instalación de
cámaras en la vía pública y la incorporación
de más efectivos a las fuerzas policiales. Todas caminan
en la misma dirección. Pero por ahora están sólo
en los papeles.
Sobre finales de la semana que pasó, imprevistamente la cooperativa
CALF volvió a instalarse como centro de un escándalo
institucional. No es un hecho común que un síndico
(Pedro Leiva) -encargado de controlar los actos de la conducción-
denuncie penalmente a un directivo -en este caso al vicepresidente
Julio Barreto- por agresiones y amenazas. Y a modo de anexo, dejó
constancia en su relato de presuntas irregularidades que habría
cometido el dirigente. En realidad, el hecho que motivó la
presentación de Leiva en la fiscalía pasó a
segundo plano. Las otras acusaciones quedaron en primer plano y
pueden provocar fuertes sacudones en la cooperativa. Otra vez la
eterna disputa entre el ala emepenista de la conducción de
CALF y el sector justicialista, quedó al descubierto. En
la sede de Mitre y Bahía Blanca se especula que en esta oportunidad
el MPN podría avanzar decididamente para forzar un reordenamiento
del Consejo de Administración. Sin llegar a tocar la cabeza
de Alfonso Carro pero sí de sus segundos, entre ellos Barreto.
Y aseguran que tienen los votos para hacerlo. Algunos referentes
incluso están apurando los tiempos. Ocurre que en dos meses
el oficialismo tendrá que enfrentar una elección para
renovar parte de la conducción y no quieren dejar heridas
que puedan jugar en su contra.
|