NEUQUEN.- El trabajo
que el pueblo mapuche realiza día a día en las comunidades
para mantener viva su cultura es realmente arduo. Son muchos los
asuntos que deben tener en cuenta a la hora de hacer prevalecer
-a través de los años y los fulminantes cambios sociales-
su cosmovisión, su religión y sus costumbres. El tema
es que la Asociación Mapuche We Kuyen, a diferencia de otras
agrupaciones, realiza -además del rescate cultural- una búsqueda
sostenida y un relevamiento de su gente dispersa en medio de una
ciudad cada vez más grande.
We Kuyen se dedica desde hace más de una década a
encontrar a mapuches que, por razones diversas (entre las que se
encuentra la búsqueda de alternativas de trabajo en la ciudad)
se han mudado a Neuquén. Ellos -año a año-
literalmente salen a buscar al mapuche y a su familia en el increíble
laberinto del conurbano del oeste de esta capital.
El que hacen es un relevamiento exhaustivo, complejo, es una búsqueda
casi épica; pero es absolutamente necesaria, porque la tarea
que se propuso la asociación cumple el mismo fin que toda
comunidad mapuche tiene en cualquier lugar donde esté establecida:
localizar al hermano y reforzar los lazos culturales de la raza,
para que todo el bagaje de conocimientos y creencias no se pierda
para siempre.
Lo notable en este caso es que We Kuyen ha encontrado una vía
absolutamente original para conseguir este cometido. En un relevamiento
de años, han ubicado a muchas familias mapuche que se mudaron
al oeste de la ciudad y han convocado a los más pequeños
a participar de una colonia veraniega de actividades que aúna
las clásicas actividades de diversión propuestas en
este tipo de encuentros con la difusión del conocimiento
de la cultura de un pueblo originario.
La
gente chica
«Pichi ke lof che» es el nombre que le han puesto a
la colonia de vacaciones. La denominación está ligada
al significado que tienen esas palabras en su lengua: «comunidad
de gente chica».
Las actividades este verano comenzaron el 13 de enero con una ceremonia
mapuche para que todo saliera bien, como al final ocurrió.
Claro que podría haber terminado mejor si hubiesen conseguido
algo más que promesas en cada repartición pública
donde concurrieron a pedir un colectivo y mercadería para
llevar a los chicos una semana a una comunidad mapuche. (Es más,
si alguien quiere ayudarlos todavía puede hacerlo. No piden
dinero, sólo un vehículo y alimento para compartir).
«Todos los años, menos los últimos dos, íbamos
con los chicos a alguna comunidad para que vieran cómo se
vive allá y cómo las cosas que aprenden se hacen todos
los días: el telar, la búsqueda de raíces para
teñir la lana, los bailes, el juego», recordó
María Huechuqueo, una de las coordinadoras.
A «Pichi ke lof che» concurrieron en esta ocasión
90 chicos de cinco años en adelante. Podrían haber
sido más, pero estaban limitados por la cantidad de refrigerios
que podían entregar. «El área municipal de deportes
nos dio 90 sandwichs y la subsecretaría de Acción
Social de la provincia nos dio el pan y la leche. Cáritas
también colaboró y algunos concejales nos hicieron
donaciones», prosiguió.
Un colectivo pagado por la municipalidad recorrió los barrios
del oeste para llevar y traer a los chicos al Centro Nayahue. De
15 a 18 permanecían allí o concurrían al balneario,
pero siempre comenzaban la actividad aprendiendo algo vinculado
a la cultura mapuche: palabras, números, canciones.
Como esta iniciativa pretendió difundir la raíz de
este pueblo originario, entre los chicos mapuches que han nacido
o residen en la capital, las familias tuvieron un papel importante
en el rescate de esa tradición. Los jóvenes que asistieron
este verano al Centro Nayahue tuvieron que buscar leyendas sobre
la cosmovisión mapuche y para eso debieron escuchar a sus
mayores.
Desde que la asociación We Kuyen comenzó con esta
labor solidaria, por la cual los coordinadores no cobran un sueldo,
muchos chicos pasaron por la «Pichi ke lof che». Varios
de ellos volvieron para colaborar y participar de la organización.
Para Eduardo Merillán, encargado de coordinar al grupo de
jóvenes, es muy importante que regresen pero es más
importante que se vayan: sólo así, interactuando con
el resto de la sociedad, podrán oficiar de agentes multiplicadores
y muchos más chicos mapuches estarán interesados en
rescatar su raíz.
|